Nuestros muy queridos hijos e hijas en la misión,

 

En verdad les amamos como nuestros propios hijos.  Y nos sentimos orgullosos por su progreso, su obediencia y su servicio, tal como lo sentimos por nuestros propios hijos.  Estamos agradecidos por el progreso de la misión y por la manera en que ustedes misioneros están bendiciendo las vidas de sus semejantes.

 

En las conferencias de zona que acabamos de tener, elegimos como nuestro lema (no solamente de le conferencia sino de la misión para el año 2004) el de “VIVIR Y OBRAR Y TENER TODO NUESTRO SER A UN NIVEL MÁS ELEVADO QUE JAMÁS HAYAMOS EXPERIMENTADO”.  Recuerden que el lema es el desafío que nuestro líder del sacerdocio, el Élder Jeffrey R. Holland, nos dio a principios de este año.  Estamos seguros que él no nos dio este desafío casual o caprichosamente.  Sabemos que no es solamente su expectativa para nosotros, sino también la de nuestro profeta Presidente Gordon B. Hinckley.  Y si tomamos un momento para reflexionar, nos damos cuenta de que tiene que ser y siempre será la expectativa de Jesucristo.  De otro modo ¿Cómo podríamos aceptar su invitación de perfeccionarnos en Él y volver a la presencia de Nuestro Padre Celestial?

 

Obviamente, el vivir y obrar y tener todo nuestro ser a un nivel más elevado que jamás hayamos experimentado es algo que no nos sucede por accidente.  De hecho, cuando consideramos la enormidad de la tarea que se nos ha puesto, nos preguntamos ¿podemos hacerlo?  ¿Es posible?  ¿Qué es lo que tendremos que hacer para lograrlo?  Y cuando meditamos más, podemos ver que vivir a un nivel más alto significa elevar nuestro nivel de obediencia.  Obrar a un nivel más alto quiere decir mejorar nuestros esfuerzos por servir a nuestro Salvador y a nuestro prójimo.  Tener todo nuestro ser a un nivel más alto implica alzar el nivel de nuestra propia santificación.  Y esta es la clave.  Recordemos la cita por el Élder William R. Bradford:

 

A veces me pregunto si ellos (refiriendo a los misioneros) entienden los dos propósitos de la obra misional.  Primero es la santificación personal del misionero.  Segundo es el traer almas a Cristo por medio de bautismo.  Y el segundo es el resultado natural del primero.

 

Nos enfocamos, en las entrevistas, en el principio de arrepentimiento.  Acuérdense que tratamos la teología aplicada e inspeccionamos cuidadosamente el principio de arrepentimiento para poder aplicarlo más eficazmente a nosotros mismos con el fin de mantenernos limpios de los pecados de este mundo (como nos insta Cristo) y para poder enseñar más eficazmente no solamente el “qué” sino el “cómo” del principio tanto a nuestro investigadores como a los miembros de la iglesia a través de nuestros propios ejemplos.

 

Pero, ¡que no nos olvidemos del principio mas importante!  Sin tener fe en nuestro Salvador, será imposible hacer lo demás que se espera (mejor dicho “exige”) de nosotros.  Y no es cualquier tipo de creencia de que hablamos.  Es la fe de tal fuerza que nos induce a arrepentirnos.  Es la fe tan fuerte que nos empuja a trabajar y servir y bendecir, de hecho la fe que nos fortalece para hacer el “esfuerzo agotador” a que el Elder Holland nos invita.  Y aun esto no es suficiente, porque hay otro tipo de fe que desarrollamos después de servir y obedecer con todo “corazón, alma, mente y fuerza”.  Es la fe necesaria para ser bendecidos por Nuestro Padre Celestial y su Hijo Unigénito.  Fíjense, si hacemos todo y cumplimos con todo y no tenemos la fe para ser bendecidos y para invocar los poderes del cielo para la bendición de nuestros investigadores, conversos y los miembros, resulta que todavía estamos haciendo cosas misionales sin llegar a ser verdaderos misioneros.  Esta es la fe que buscamos.  Y no dejaremos de buscarla hasta que la logremos.

 

Con todo corazón oramos por ustedes y por la misión.  Con todo nuestro amor les invitamos a trabajar con nosotros para “vivir y obrar y tener todo nuestro ser a un nivel mas elevado que jamás hayamos experimentado”.

 

Con fuertes y cariñosos abrazos,

 

Presidente y Hermana Romney